La imagen de la Virgen de las Lágrimas es talla anónima de finales del s. XVII y restaurada en Sevilla entre 2010-2011 por el prestigioso restaurador Enrique Gutiérrez Carrasquilla.
Parece ser, según datos del archivo Diocesano de Badajoz, que la imagen de vestir que hoy procesiona se realizó entre 1686 y 1695, tallándose las manos en 1709 y aunque se desconoce, el autor es de escuela castellana. Por las fechas señaladas parece que esta imagen vino a sustituir a otra anterior del s. XVI.
La Virgen es incomparable, dotada de una delicadeza natural y belleza única. Destaca su palidez de rostro que junto con sus ojos prácticamente cerrados que solo dejan entrever su iris, su boca lívida entreabierta y sus manos unidas, presentan a una Virgen muerta, yerta; estado que muchos han llamado la “dormición de la Virgen”.
Las lágrimas de sus mejillas le dan un soplo de vida y bañan la delicadeza de su rostro, entre sufrimiento y la paz más serena.
La Virgen va vestida a la antigua usanza, con el típico rostrillo de blonda bordada que enmarca su cara.
Sobre él luce una magnífica toca de malla de oro bordada en oro, obra y regalo de Juan Peña.
En la procesión lleva un vestido de terciopelo negro y bordado en oro por las Religiosas Adoratrices del Convento de San José de Badajoz.
El manto es de terciopelo negro, de gran valor artístico, salpicándole el enlutado con orquídeas bordadas en oro, regalado por las señoras Carmen y Antonia de Miguel en 1910.
Este manto fue pasado a un nuevo terciopelo por las monjas Adoratrices de Badajoz, las cuales añadieron algunos bordados de gran calidad.
Posee otro manto para el camarín, también de terciopelo negro y bordado con aplicaciones de oro, realizado por las camareras de la Virgen.
Lleva sobre su cabeza una maravillosa diadema de plata con detalles en oro, realizada en los talleres del Maestro Orfebre Burrero en 1765 y donada por Miguel Martínez de Vega.
Del mismo autor del s. XVII es la destacada media luna de plata con adornos sobredorados que se dispone a sus pies para momentos señalados.
La Virgen descansa sobre unas nuevas parihuelas realizadas, casi por completo, en el año 2017. Este nuevo paso está hecho a conciencia y a medida para poder franquear la gran dificultad que entraña la salida y entrada por la puerta de la iglesia de San Agustín y su escalinata.
La advocación de la Virgen de las Lágrimas parece tener origen franciscano “Juxta Crusem Lacrimosa” y se origina frente a la opinión de San Ambrosio que negaba que la Virgen hubiera llorado.